Felices Jugando

¿ Acompañas o estimulas?

¿ Acompañas o estimulas?

Isabella Paz
Isabella Paz

“ HEMOS ESTADO HACIENDO COSAS EQUIVOCADAS POR RAZONES CORRECTAS”

Melody Beattie

En una sociedad tan híper-estimulante como en la que vivimos, la educación que ofrecemos a nuestros hijos, no se queda atrás.

Aún sabiendo ya que afecta su desarrollo, les ponemos pantallas desde los 2 meses, para entretenerlos y de paso, que aprendan lo antes posible colores, formas, letras o números para luego enorgullecernos que saben leer y escribir a los 4 años.

Adelantamos sus procesos a nuestra propia conveniencia, obviando que, lo NORMAL ES LA DIFERENCIA entre el desarrollo de un ser humano y otro.

Entendemos que están listos para el control de esfínteres a una edad determinada, sin tomar en cuenta si nuestro niño o niña da señales de ello. Nos dicen en las escuelas, “ya tenemos que entrenarlos”, descartando que posiblemente, sea un proceso natural.

Con el fin de estimularlos y que puedan caminar lo antes posible (no entiendo la prisa la verdad), los colocamos en posiciones para las que no están listos.

Desde todos los ángulos, precipitamos a nuestro propio ritmo, el desarrollo de los niños, y en especial el de los bebés, induciéndoles a la verticalidad lo antes posible.

De cara a la motricidad, los adultos “estimulamos “o “enseñamos” a los bebés a moverse, proponemos actividades, para que el bebé haga lo que entendemos que deben hacer a tal edad, aún antes de estar listo para ello.

Sin ninguna paciencia, nos enfocamos en el objetivo, deseando que nuestro hijo o hija, se voltee, se siente, gatee, o camine lo antes posible, comparándolos con otros bebés.

Somos una sociedad obsesionada con los resultados.  No valoramos los procesos y lo cierto es que éstos, son más importantes que los resultados.

La progresión que genera la posibilidad de descubrir por si mismo los movimientos, es imprescindible para adquirir los apoyos necesarios, dominar las diferentes posturas y el equilibrio en cada una de ellas.

LA PROGRESION otorga la lentitud y la repetición, necesarias para el aprendizaje y para que los bebés elaboren una representación mental de si mismos, de las posibilidades de su cuerpo en movimiento. Se trata de la construcción de la imagen de sí mismos, ligadas a la experiencia del cuerpo, en la conquista de la verticalidad.

Cuando los adultos, intervenimos, con la mejor de nuestras motivaciones, anulamos la progresión, y entorpecemos el proceso.

Manipulamos el cuerpo del bebé, poniéndolo a hacer cosas que todavía no es capaz de hacer (boca abajo, sentándolo, de pie, poniéndolo a perseguir objetos que para que gatee), sencillamente porque no está maduro para su edad.  Es como si quisiéramos “madurarlo” antes de tiempo.

Utilizamos estas prácticas “por su propio bien” porque creemos genuinamente que, si no lo hacemos, los bebés no se desarrollarán adecuadamente.

Y lo cierto es, que los bebés tienen capacidades y que, en condiciones normales, (si no tiene algún tipo de dificultad neurológica), evolucionarán a su propio ritmo, si les ofrecemos las condiciones óptimas desde un acompañamiento respetuoso a su proceso de maduración.

Acompañar es permanecer “al lado” del bebé, estar atentos a sus intereses, a su deseo, a lo que, si es capaz de hacer, a las iniciativas que tiene, para entonces intervenir en el espacio donde explora, juega, y seleccionar de acuerdo a su evolución los objetos que le ayudarán a construir su pensamiento.

Los adultos tenemos un rol esencial en su evolución, pero no desde nuestra impaciencia y angustia para que se ponga de pie, sino desde la calma que nos da el respeto a la persona del bebé.  Tenemos la responsabilidad de crear las mejores condiciones para su crecimiento:

  • Ofrecerles una calidad de relación afectiva, amorosa, que les de seguridad y ayude a confiar en nosotros, en si mismos y en el mundo. Esta calidad de relación, implica ESCUCHAR y RESPONDER a sus necesidades fisiológicas y emocionales.
  • Ofrecerles un entorno amplio y seguro, para que moverse en libertad y a través de sus movimientos, pueda conocerse a sí mismo, desarrollar curiosidad, autonomía, tener iniciativas y descubrir el espacio.
  • Adecuar este espacio, organizando, seleccionando y distribuyendo correctamente los objetos y juguetes, de acuerdo a su interés y momento de desarrollo, dejando espacios libres, para que puedan moverse.
  • Estar presentes a lo largo de su evolución, que sientan nuestra empatía, nuestro interés en sus descubrimientos y nuestra confianza en sus capacidades.

Isabella Paz

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